tocnaza

tocnaza
@tocnaza

Joined Oct 2019 0 Following0 Followers
About tocnaza

Enviudé a los treinta recién cumplidos, hace casi cinco años
que la fatalidad me privó de disfrutar de un marido a tiempo completo, no
obstante mi difunto esposo dejó una herencia que nos permite vivir holgadamente,
desde su fallecimiento he tenido que hacer de padre y madre de mis dos únicos
hijos, Sebastián que ahora tiene diecisiete y Nilo que ya cumplió los quince.
Sebastián es de carácter fuerte, posesivo y dominante, mide poco más de un metro
ochenta y pesa casi noventa kilos, es mulato de ojos verdes; por un lado tiene
la influencia genética de su padre que fue de origen africano y la mía que soy
blanca sonrosada. Nilo es tierno, algo susceptible y bastante rencoroso, es
alto, delgado y vigoroso, de tez clara y tiene muy bonitas facciones, me siento
orgullosa cuando dicen que tenemos el mismo rostro. Yo hago mucho ejercicio
físico, no solo para mantener la figura, sino para consumir energías en forma
saludable y calmar mis ímpetus; desde que me he impuesto rutinas exigentes logro
controlar mejor mi fogosidad, además de mejorar mi silueta, manteniendo cintura
de jovencita y protuberancias maduras, ya me entienden, como si un corsé me
hubiese modelado la cintura por la fuerza, obligando a la carne aprisionada a
refugiarse en los senos y en las nalgas, para poder liberarse del aprieto.

Mis primeros años de soledad marital fueron penosos, la
perdida de Danilo me privó de improviso de mi complemento sexual, en la
intimidad éramos el uno para el otro, el altísimo temperamento pasional de ambos
se ajustaba perfectamente y la experiencia me ha demostrado que sus habilidades
amatorias son muy escasas. Su pérdida me impuso muchas citas médicas, primero
las consultas con el psicólogo y luego un prolongado tratamiento psiquiátrico.
El problema radicaba en una interrelación disfuncional "temperamento –
comportamiento", lo que desencadenaba un conflicto entre mi resistencia a
aceptar un nuevo marido, y la necesidad de aplacar mi ardiente temperamento;
¿como podría lograrse?, sin las atenciones de un macho substituto.

Claro está que para poder eludir el entrampamiento y aliviar
mis apetencias, tuve que caer en varias manos. El primer desliz lo provocó el
propio psiquiatra, con la prescripción de su novedoso método de "terapia
fálica", aún en etapa experimental. So pretexto de la constatación in situ,
ponía a prueba no solo la eficacia de la receta, sino además su gran tenacidad y
disciplina profesional; pasaba horas comprobando con ahínco las virtudes del
procedimiento, en su afán de calmar el furor uterino de su paciente predilecta.
Después reincidí con mi masajista, debido a mi estado de propensión a recaer en
mi dolencia. Determinadas formas de fricción propias del tratamiento
maso-terapéutico, me estimulaban mas de lo previsto, provocándome impertinentes
gemiditos que sobre excitaron al tan respetuoso profesional, hecho que yo misma
constaté al notar el bulto debajo de su delantal, lo toqué y mis manos
registraron tanto la erección, como la exhuberancia de su miembro. Para aliviar
las urgencias provocadas, también hubo que recurrir a la insuperable terapia
fálica; como quiera que el desconcertado terapeuta no mostrara dominio
suficiente, debo admitir que en las primeras cesiones la conducción estuvo a mi
cargo, hasta comprobar que el procedimiento estaba siendo aplicado con todo el
rigor científico y a entera satisfacción. En fin, me he visto en la necesidad de
ir ingeniando soluciones, pero lo cierto es que hasta ahora ninguna me ha dejado
suficientemente satisfecha. De vez en cuando me alivio ligeramente, pero de
improviso recaigo en mi férvido estado, con riesgo a que cualquiera con la
sensibilidad suficiente para notarlo, pueda sacar ventaja de mi vulnerabilidad.

Mi último encuentro pasional ha venido a complicar mi
relación familiar. Interesada en mejorar la seguridad en mi hogar, recurrí a los
servicios de un especialista, este buen hombre tuvo el acierto de presentarse en
un de esos momentos en que tengo la sensibilidad a flor de piel y me muestro
vulnerable; para colmo, se trataba de un negro buen mozo y de buenos modales,
justo de mi agrado; ya tenía tiempo añorando un órgano viril parecido al que
alguna vez disfruté en casa, con solo imaginarlo se me humedecía la ropa
interior. Desde que lo vi, me puse más nerviosa de la cuenta, él no tuvo
dificultad para notarlo y para apaciguar los ímpetus terminé haciéndolo
partícipe de las virtudes de la consabida terapia, tan útil en estas
emergencias. Lamentablemente no lo pude retener todo el tiempo que hubiese
deseado, rápidamente había logrado un solo clímax, precipitado por mi
incontinencia orgásmica y cuando venía lo mejor, nos interrumpió la inoportuna
presencia de Sebastián, que nos había estado acechando. Al aplicado especialista
no le quedaron ganas de quedarse y se retiró sumamente contrariado.

Una vez a solas, Sebastián estalló en una repentina
ofuscación y me dio una tremenda reprimenda como si fuese mi padre ó mi marido,
me hubiera sentido alagada de no tratarse de mi hijo, por que debo reconocer que
es sumamente atractivo, pero en este caso, debemos ceñirnos dogmáticamente al
imperativo divino y subordinarnos disciplinadamente a lo preceptuado. Desde que
sus ojos atestiguaron mi acalorado disfrute pasional, Sebastián ha cambiado de
actitud y ha puesto todo su empeño en espiarme y exigirme explicaciones acerca
de mi conducta. Con el correr de los días, las cosas en lugar de mejorar se han
ido agravando, ahora resulta que no solo está interesado en controlar mi
comportamiento, sino que además, se deleita fisgoneando mi intimidad. He pensado
incomodarlo haciéndole lo mismo que él hace conmigo, así es que me he propuesto
controlarlo y espiarlo, hasta que tenga la hidalguía de reconocer su disgusto y
deje de atormentarme.

Mi estratagema fracasó al primer intento, vino de visita una
gran amiga y a sabiendas que estábamos siendo espiadas por Sebastián, le pedí
que me contara el último encuentro íntimo con su pareja, la verdad es que su
narración resultó mas excitante de lo previsto, al despedirnos quedé muy
acalorada y no pude vencer la curiosidad por conocer el efecto causado en
Sebastián, así es que creí momento oportuno para estrenar mi método
escarmentador. Sigilosamente fui a la terraza que da a su dormitorio, la cortina
no estaba completamente cerrada, quedaba una pequeña abertura, espacio
suficiente para ver lo que ocurría dentro. Sebastián estaba completamente
desnudo, parado frente a un óleo artístico que me hicieron en Haití, en el que
se me ve retratada muy ligera de ropas en una playa del lugar. Me sorprendió
comprobar que estaba usando mi imagen como fuente inspiradora de su
masturbación, evidenciaba un clímax en camino por los bramidos que trataba de
acallar, sacudía vigorosamente su gran miembro, casi tan negro, pero mas grande
que el de su padre. Nunca me hubiese imaginado a mi vástago tan bien dotado, no
lograba comprender como pudo haber desarrollado tanto, en tan pocos años que
deje de verlo desnudito.

La primera impresión fue de perturbación, pero luego tuve una
reacción extremadamente lúbrica, terminó avivando el fuego que había quedado a
medio encender con la narración de mi amiga. Solo metí mi mano por debajo de mi
prenda mas íntima, bastó un ligero movimiento con las yemas en el lugar preciso
y fue suficiente para el desborde, tuve que arquear el cuerpo en cada
contracción debido a la intensidad de las pulsaciones genitales. Me retiré
alterada y apretando los dientes para no gritar, llegué a mi habitación y al
sacar la mano de mi intimidad, pude apreciar el caudal de mi rebose, me había
estado derritiendo sobre la palma, después de haber bordado con los dedos aquel
placer entre mis piernas.

Las imágenes de esa visión ya no me dejaron vivir en paz, de
ahí en adelante los recuerdos se repetían en mi mente una y otra vez,
estimulando intensamente mi sensualidad, no podía desligar el significado de mi
retrato en el libreto de aquella escena, ese hecho me colocaba como inspiradora
de aquel lúbrico pasaje, entonces sus celos no solo obedecían a su instinto de
hijo protector, sino que iban mucho mas lejos, todo indicaba que tenía ante mi
un evidente caso de "complejo de Edipo" y lo mas grave, con una "Yocasta" por
demás propensa y asequible y sin un "Layo" que asesinar, el desenlace resultaba
claramente predecible y a la vez condenatorio.

Pero si bien mi Sebastián me ha demostrado su temeridad más
de una vez, en esta ocasión dudo que su arrojo alcance para atreverse a abordar
a su propia madre. ¿Logrará la fuerza del deseo conferirle un valor tan
irreflexivo, como para vencer el natural instinto de respeto por la
progenitora?, no logro vislumbrar con claridad cual podría llegar a ser el
desenlace, pero de lo que no tengo duda, es que yo sería incapaz de tomar la
iniciativa para un abordaje pasional a mi retoño, sin importar la intensidad de
mi deseo. Empero ambos polos magnéticos están allí, fuertemente imantados,
manifestando la potencia de su atracción a través del deseo mutuo, tan solo hace
falta un detonante que pulverice la barrera de los escrúpulos, que invisible, se
encuentra bloqueando el contacto inductor, condición esencial para el
excomulgable acoplamiento.

Los últimos días se ha manifestado más posesivo que de
costumbre, pretende protegerme como a una monja de claustro, sin tener en cuenta
que no he sido ordenada como tal, que estoy muy distante de tener esa vocación y
que muchas veces mis demandas sexuales son exigentes en demasía. Ya lo he
notado, él se limita a contemplarme, erectarse y callar, sin atreverse a
iniciativa de seducción alguna, cuando estamos frente a frente se muestra tan
pusilánime como yo, ambos nos derretimos de deseo, sin embargo nos esmeramos en
ocultarlo.

Cuando me desvisto, estoy segura de su cercanía, siento su
presencia acechándome en su afán de excitarse con mi cuerpo, el solo saber del
enardecedor efecto que le causa mi desnudez, provoca en mí una respuesta
pasional de mayor intensidad. Como ahora que estoy en el cuarto de baño, tengo
una seductora música de fondo, se que él está oculto en algún lugar, al acecho
tratando de ponerme en la mira, el tragaluz de la azotea debía ser su lógico
observatorio, parada frente al espejo ó sentada en el bidet quedo a total
disposición de sus ojos.

porno suomi
sihteeriopisto
alastonsuomi
runkkaa
panotreffit
redtube
youporn
xvideos
xnxx
pornhub
xhamster
reallifecam
livejasmin
isot tissit
cindy sun
laine bruce
evelina juliet
bambi ink
rakel liekki
mr lothar
teinit
milf
pillu
hentai
vainporno
lesbo
mummo
pornokuvat
homo
anaali
persepano
gangbang

Me propongo iniciar un despiadado rito cargado de
voluptuosidad, una casi imperceptible danza erótica que avive su deseo en forma
desenfrenada y que lo obligue a vencer la cautela, seré inclemente por el placer
de los dos, estimularé sus emociones al máximo, hasta lograr un estallido de
arrojo cargado de insensatez, que fuerce su iniciativa para el asalto.

No necesito fingir depravación, me siento colmada de ella.
Mientras me quito la blusa con lentos movimientos al ritmo de la sensual melodía
que tengo de fondo, puedo apreciar mi rostro reflejado en el espejo, mordiéndome
nerviosamente el labio inferior, deseosa e impaciente, noto que el desorden de
mi cabello acentúa un diabólico fulgor en mi mirada, la expresión impresa
refleja una extraña perversión que logra intimidar. Desabrocho y dejo caer mi
pequeña faldita, el roce de la tela en su recorrido, me produce la sensación de
haber sido acariciada por una presencia invisible y eso me produce lúbricos
estremecimientos. Me inclino para recogerla, estiro una mano hasta el piso sin
doblar las rodillas y siento la elasticidad de la piel tensándose en mis
glúteos, tratando de destacar su opulencia sin que el hilo dental de mi pequeña
braga logre hacer algo por cubrirlos. Ensayo un provocador cambio de ángulo
frente al espejo, apoyando el peso de mi cuerpo en una pierna, arqueo el torso y
empino el trasero para hacer mas provocativa mi figura, le presto especial
atención a mis medias negras de nylon que hacen juego con el portaligas del
mismo color, mis zapatos azabache de altos tacones y punta angosta, realzan el
efecto seductor. Revoloteo mi cabello en furiosas oleadas y acaricio mi piel
detrás de los oídos y sigo bajando los dedos por el cuello, sin prisa,
lentamente, hasta alcanzar el broche de mi sujetador justo al centro de mi
pecho, en medio de mis dos protuberancias mamarias, aquellas que alimentaron en
su primera infancia al macho que ahora me apasiona, que hace que me derrita
entre las piernas con la sola idea de tenerlo dentro de mi. Empiezo a descubrir
mis senos, una especie de pudor trata de impedírmelo, la fuerza del deseo es mas
poderosa y se impone al recato, al fin quedan completamente descubiertos
luciendo orondos toda su redondez, coronada por un par de provocativas cerezas
de amplia aureola, dos cerezas en total estado de erección, tibias, inflamadas,
ávidas por sentirse devoradas por el dueño de mis ardores. Cierro los ojos y me
los acaricio tiernamente, siento como si fuera él quien lo hace y esa sola idea
me enardece. Noto inquietud por encima del cielo raso, leve agitación en el
tragaluz se deja sentir, aquello me excita e inquieta aún más al saber de quién
se trata. Inicio desde los pezones un lento y sensitivo recorrido por el
contorno de mi silueta dándole a mis dedos la oportunidad de acariciar la
estrechez de mi cintura y la exuberancia de mis caderas, hasta tener entre los
dedos el elástico de mi pequeña braga negra, la deslizo hacia abajo con
parcimonia y siento rubor al notar la humedad que lleva consigo, la prueba de
aquel enfermizo deseo en su mas descarnada expresión queda estampada en lo mas
íntimo de mi prenda, pero es tan solo una pequeña muestra de mi copioso rebose.
Mi intimidad genital queda ahora enteramente desarropada, para mayor descaro
desprovista de bello, completamente depilada, cuenta con todas las ventajas para
exhibir provocadora e insolente, su sonrisa vertical. La espera debe estar
pareciéndole interminable, adivino que su impaciencia lo debe estar eniendo al
borde del desenfreno, aún falta que retire el portaligas y enrolle las medias
hasta descubrir un poco más la opulencia de mis muslos, movimientos que advierto
cargados de mi propia impaciencia.

Tomo valor y me decido venga lo que venga, poso mis nalgas en
el bidet, tratando de separar los muslos al máximo para asegurarme que mi único
espectador no se pierda nada del espectáculo, aún no he abierto el grifo pero mi
intimidad ya luce húmeda y apetente, la delata el intenso brillo nacarado de sus
labios y la prominencia clitorial en plena erección. Me toco la embocadura con
la yema de los dedos y siento que me estoy derritiendo, mis dedos quedan
impregnados de abundante almíbar de melocotón, no resisto el deseo de olerlo y
probarlo, creo estar haciéndolo por él y para él, acerco mi mano y me embriago
con un intenso olor a mar de aguas encrespadas, furioso, insurrecto, ávido por
llegar con sus olas mas allá de lo permitido; luego poso mi lengua y al contacto
con mi lubricidad, siento lo que seguramente sentiría él al hacerlo, deseos
desbocados por beber de la fuente de donde mana y en el mas apasionado de los
besos, encontrarse acariciando el acogedor claustro materno que lo albergó antes
de su nacimiento.

Presiono mis pezones con un poco de violencia, necesito que
el estímulo contenga un soterrado mensaje punitivo, al abrir mis dedos
reaccionan sumisamente ansiosos de mayor castigo, los oprimo nuevamente hasta
lastimarlos y se yerguen teñidos de intenso rubor, plenos de satisfacción, gozo
que me encargo de revelar con un tímido gemido delator. Siento pulsaciones en el
epicentro del placer y me conformo tan solo con la proximidad, acaricio
suavemente mi genitalidad externa y su lubricidad es denunciada por ligeros
chasquidos casi imperceptibles, que jamás pasarían inadvertidos para alguien
ávido de señales conducentes a la gloria.

Me siento tan encaminada que decido no abrir el grifo, mi
reboce resulta más que suficiente para modelar el placer solo con mis dedos.
Corro hacia atrás el capullo clitorial hasta mostrar el erecto cuerpecillo, me
sacude un involuntario estremecimiento, y la pequeña cabecita se exhibe retadora
pero contradictoriamente inerme, desprotegida, con toda su sensibilidad
expuesta. Bato ligeramente mis dedos por sobre la base, sin tocar la parte mas
sensible, me invade un deseo irrefrenable, la agitación lo delata, mis senos
danzan al compás de mi respiración, presiono mi embocadura y los dedos
desaparecen en su interior succionados con voracidad, mi desborde es prominente,
un caudaloso manantial a desatado su torrente entre mis piernas, las
involuntarias contracciones inician una desordenada danza anunciando la
proximidad del erótico estallido, mi perturbación se acrecienta a cada momento,
en mi turbulento estado me resulta un acertijo determinar a quien pertenecen las
manos que acarician mi sexo, mi cerebro es continuamente bombardeado por
imágenes lascivas en las que soy acariciada por lenguas candentes e inquietos
dedos que hurgan mi intimidad ávidos por procurarme placer, en aquella
voluptuosa danza creo distinguir dentro de la confusa multitud, la presencia de
mi Sebastián, eso me desquicia y acelero la cadencia de la estimulación, siento
llegar el placer y tengo a mi hijo imaginariamente montado sobre mí,
cabalgándome con dominio y sometiéndome a su voluntad, le exijo mayor rigor y le
grito:

Así Sebastián, dame mas duro, si, si, dame, dame mas,
Sebastián, dame, dame Sebastiánnnnnnnnnnnnnnnn.


Mis palabras de ensueño fueron realmente pronunciadas,
mientras me invadía un intenso orgasmo que lejos de calmarme acrecentó mi
voracidad, aún no estaba consciente del efecto de mis palabras, pero su
presencia manifiesta me hizo reaccionar, allí se encontraba él exigiendo
airadamente su derecho a entrar al habitáculo después de haber sido aludido y
requerido, los golpes en la puerta y su fervoroso reclamo por entrar, me sacaron
del embeleso en que me encontraba sumida, mi primera reacción fue de vergüenza y
recato, pero mi estado de impaciente apetencia ya no admite dilación, después de
todo se trata de mi ilusión hecha realidad, yo misma, en estado de abstracción,
la he provocado. Es tarde para arrepentimientos.

Me levanté como pude y abrí la puerta, él entró desbocado de
pasión, completamente desnudo y mostrando una irresistible erección, no hubo
oportunidad para las caricias previas ni para las palabras, la ansiedad extrema,
el deseo al límite y la pasión desesperada, nos unió de bocas y sexos en forma
inmediata y violenta como si no pudiésemos aguardar ni un instante mas. Nuestras
lenguas se entrelazaban para que nadie pueda separarlas jamás, en nuestra
desesperación nos hacíamos daño con los dientes, nuestros sexos unidos
demostraban su avidez por extraer todo el néctar acumulado durante la estación
de los escrúpulos. Me mantenía casi en el aire, solo estaba sujeta de su cuello
y sostenida por la trabazón de nuestros genitales, yo me retorcía en torno a su
erección como un reptil, improvisando eróticas contorsiones en demanda de mayor
placer. Allí mismo se produjo la gran explosión, él sosteniéndome, yo prendida
de él, sacudiendo nuestros cuerpos en forma endemoniada, con la cadencia de los
chasquidos de la carne al golpearse entre sí, complementaban la abstracta
sinfonía, nuestros discordes gemidos de placer, llanto, balbuceos y gritos
desgarradores, así, si de ese modo, en forma frenética, violenta, animal, sin
vacilaciones abrimos paso a nuestra insurrecta urgencia y lo hicimos contra la
normatividad estatutaria. Quedamos inundados, una cascada de placer que nos
manaba caudalosa, nos fuimos aflojando mientras se despedían de nuestros cuerpos
las últimas gotas de gozo con recónditas pulsaciones, invadidos por una
adormecedora laxitud íbamos recobrando el juicio, su espalda apoyada en la pared
se fue resbalando hacia abajo, él me llevaba consigo, quedamos abrazados en el
piso.


Juntos lloramos largo rato, con vergüenza por lo ocurrido y
de pavor por la enigmática réplica de tantos cuestionamientos de inexplorada
secuela. Pero no quedaba duda alguna acerca de la inextinguible flama que había
despertado la pasión de nuestro aberrante amor filial, a desdén de la impronta
que este hecho estamparía en nuestras vidas, por el resto de nuestros días.

Los siguientes encuentros ya no fueron tan salvajes como el
primero, disfrutamos de una apasionada luna de miel durante varias semanas, no
desperdiciamos oportunidad para unir nuestros cuerpos, a cada instante nos
manifestamos deseosos y lo disfrutamos en toda su intensidad, acordamos guardar
nuestro secreto con absoluta reserva y comportarnos ante los demás con total
discreción, nadie debía sospechar del fuego que nos quema por dentro.

Sebastián me pidió que gestione el ingreso de Nilo a un
internado, me dijo que ya había hablado con su hermano y que este le había
manifestado su aceptación; evidentemente Sebastián tiene el propósito de
alejarlo de la casa, para poder enviciarnos de sexo. No comprende que tenemos
todo el tiempo del mundo para que siga aprendiendo a desempeñarse a la altura de
un buen amante, con dulzura y tino seguiré adiestrándolo en el arte de amar
hasta que llegue a ser tan bueno como su padre.

Nilo me manifestó su protesta por el asunto del internado y
me mostró su resentimiento al creer que quería distanciarlo del hogar. Traté de
explicarle, pero en el intento me di cuenta que Sebastián no me había dicho la
verdad, que todo fue una invención para alejarlo. Lo tranquilicé prometiéndole
que no lo cambiaría de colegio, pero desde entonces ha quedado resentido con
migo, pero mas aún con su hermano.

Nilo ha sido invitado hoy a la una fiesta de quince años,
Sebastián está muy contento por que podrá pasarse a mi cama durante la ausencia
de su hermano, yo tendré mas libertad que de costumbre, aunque no quedara
satisfecha, se que de todas maneras lograré algún orgasmo. El caso es que
Sebastián cuenta con muy buenos atributos congénitos, pero todavía está dominado
por sus impulsos, esto le impide hacer del sexo un arte por ahora. Ya está
aprendiendo a controlar la eyaculación, aunque todavía falla durante la
penetración anal y me deja insatisfecha, para colmo es esa mi práctica
preferida. Me reconozco exigente en el la intimidad, se debe a mi exacerbado
furor genital, muchas veces un solo clímax presipitado por mi incontinencia
orgásmica, lejos de saciar mis apetitos, enciende mi flama hasta llevarme al
desenfreno. Se trata de una adicción particular, que desde hace buen tiempo
viene requiriendo atención facultativa especializada.

Espero lista, me he preparado para Sebastián, hemos quedado
solos en casa, estoy impregnada del aroma que mas le gusta, lo espero
impaciente, todo mi cuerpo está aprendiendo a prepararse solo. Antes que mi
macho haga su aparición ya empiezo a lubricarme, siento su llegada, él aparece
desnudo y erecto, invariablemente llega así, y yo espero ansiosa por verlo con
su prieto falo en todo su esplendor, mi genitalidad empieza a segregar, como lo
hace el estómago que segrega jugo gástrico cuando espera la ingestión de
alimentos, en esa forma siente mi intimidad, el delicioso miembro de mi hijo es
su único manjar y así se predispone mi sexualidad, segregando abundante jugo
genital para engullirlo.

Él toma la iniciativa y me besa en los labios con rudeza,
luego me muerde los pezones hasta hacerme doler y después los acaricia
tiernamente como pidiéndoles perdón, sigue bajando, lo domina la impaciencia y
se sumerge entre mis piernas, inhala profundo para embriagarse con mi aroma,
luego bebe de mi manantial, mas húmedo que su propia boca, no se detiene en las
inmediaciones, se prende como una ventosa de mi parte mas sensible, mi eréctil
cuerpecillo ya lo espera descubierto y empinado, yo lo deseo en forma mas
pausada y progresiva, pero él ya está allí, engolosinado. Levanto las rodillas
ofreciéndole mi orificio anal, se desliza jubiloso hasta alcanzarlo con la
lengua en un efusivo reencuentro, le prometo concedérselo después de sentirlo
por delante, el interpreta que ya le pido penetración y me conecta en posición
del misionero, siento mi cavidad vaginal devorándolo por completo, hasta
apuntalarme el epicentro genital, hoy día estoy muy sensitiva y presiento un
clímax apresurado, me está volviendo loca y me tiene al borde de un "orgasmo
Vulcano", el mas intenso de todos, no lo quiero perder, pero controlo mi
efusividad para no inducirle la eyaculación, logro el orgasmo, me voy casi en
secreto y cuando él empieza a notar mis pulsaciones vaginales, me retiro con el
pretexto de cambiar de posición. Nos acomodamos en posición de cabalgadura, yo
montada sobre él, insertada hasta el tope pero con todo el control y dominio de
la acción, inicio rotando suavemente la cintura en torno al miembro erecto, como
recobrando aliento, la estimulación me enardece nuevamente, mi furor se ve
reflejado en la cadencia de mis movimientos, parece que Sebastián ya no puede
retardar mas la eyaculación, yo comienzo a acelerar para no quedarme, dejo de
trotar e inicio un galope desbocado, a toda rienda, los gritos de gozo acompañan
el estallido, ambos hemos iniciado la ida sin retorno; ¡demonios!, ante mis ojos
el petrificado rostro de Nilo, nos ha sorprendido in fraganti, no podemos
detenernos, Nilo se retira presuroso y contrariado, orgasmos simultáneos, los
logramos al unísono, Sebastián no se enteró de lo ocurrido y ha gozado a pierna
suelta, casi tanto como yo, Nilo debe haber creído que estaba forzando a su
hermano por la forma en que me vio montarlo.

Tuve que poner a Sebastián sobre aviso de lo ocurrido, no
podía creerlo, no sabía que hacer ni que cara poner frente a su hermano menor,
le pedí que dejara el asunto en mis manos, que yo trataría de solucionarlo en la
mejor forma posible. Sebastián solo me pidió que de ninguna manera le concediera
a su hermano los privilegios sexuales que él tiene, le contesté que como estaban
las cosas, nada podía garantizarle.

Esa noche Nilo se encerró en su habitación y no quiso hablar
con nadie, muy preocupada por la situación me pasé casi toda la noche en vela
pensando como solucionar tan complejo problema. Hora del desayuno y nada, Nilo
no baja, sigue en su dormitorio, sin embargo Sebastián desayuna rápido y se
retira presuroso a su centro de estudios, evitando darle cara al hermano.
Después de mucho insistirle me permitió entrar a su dormitorio, se encontraba
acostado, pálido y ojeroso, con el seño fruncido y la mirada fija y acusadora,
con una actitud impávida, parece que tampoco ha dormido y se ha desvelado
pensando el mismo asunto.

Restándole importancia al tema, me dijo que él no tendría
reparo en suicidarse, que ya lo había pensado y que prefería no seguir viviendo
a ser rechazado por su propia familia. Sus palabras me conmovieron en extremo y
le imploré perdón. Manteniendo su rostro impenetrable me dijo que las
aberraciones que habíamos cometido no se podían expiar tan fácilmente, que no
era suficiente pedir perdón, que tendríamos que sufrir un castigo disciplinante,
si no en esta, de todas maneras en la otra vida, que de otra forma no nos
perdonaría y que nos esperaría en el mas allá para regocijarse con nuestro
castigo. Sus palabras me preocuparon extremadamente, si las estaba diciendo en
serio, su cordura resultaba dudosa y eso le daba sentido a la posibilidad del
suicidio. Solo de pensar en esa terrible alternativa, me llenaba de pavor y
entre lágrimas me vi forzada a suplicarle que sea él quien me aplique la
sanción. Por cualquier medio quería evitar que insistiera en eso de "el mas
allá". En un principio se negó a ser mi verdugo aunque no con mucha convicción,
eso me alentó a seguir insistiendo, asegurándole que estaba dispuesta a recibir
la punición de sus propias manos. Luego de aparentar meditación aceptó la tarea,
basando su decisión en que me lo merecía, que lo tenía bien ganado y que había
hecho lo suficiente como para recibir un severo correctivo. De inmediato se
propuso formalizar el acuerdo, reunió una serie de cuerdas, pasadores y todo lo
que consideró apropiado y con un desparpajo pasmoso, ató mis manos fuertemente a
la cabecera de la cama, enseguida unió varias cuerdas formando una tira larga,
enlazó un extremo a uno de mis tobillos, pasó el otro extremo por debajo de la
cama y lo alcanzó por el lado opuesto y luego lo ató a mi otro tobillo, quedando
completamente separados y firmemente asegurados, yo resultaba de rodillas sobre
el colchón con las piernas abiertas y mirando hacia la cabecera. Toda la
operación la realizó en silencio hasta que logró tenerme a su merced. Desde ese
momento, como si lo hubiese planeado maquiavélicamente, sin dudarlo, calzó sus
relucientes botas de equitación de alta caña y ruidosas espuelas que logran
intimidarme severamente con su sonido metálico. Así caracterizado, empezó su
perorata conminándome con un listoncillo de madera en la mano.


Depravada ¿no?, gozando como una perra con tu propio hijo.
Y conjuntamente a su arenga, se escucha el chasquido de un palmetazo en una
de mis nalgas, arrancándome un sorpresivo gritito; luego con violencia rompe de
un tirón, una manga del camisón que llevo puesto. Trato de protestar, pero mi
voz es acallada con un intencional estallido metálico de las espuelas, con la
finalidad de amedrentarme. En el fondo de mi corazón reconozco que tengo bien
ganada la paliza, pero me parece desmedida cuando imagino el rodaje giratorio de
las espuelas incrustando y desangrando la delicada piel de mis glúteos.


Y bien rico te lo montabas y le movías el culo, madre
corrompida y perversa.
Y nuevamente un chasquido similar, esta vez en la
otra nalga, otro gritito e inmediatamente el violento jalón de camisón, que ya
estaba quedando hecho jirones. Los palmetazos dolían cada vez menos, en cambio
mi sensibilidad iba en aumento, lo que convertía al acto de contrición en un
estimulo más que llevadero, aunque algo intimidatorio.


Degenerada, habiendo tantos hombres para fornicar, tú eliges
a tu propio hijo, tus actos tienen que ser aberrantes para que te escurras por
entre las piernas.
Y continúan los palmetazos y otra pieza de tela del
camisón afuera, y de mi parte el gritito de rigor. Levanto la mirada para ver el
rostro de mi verdugo y sí que lo estaba disfrutando. Ahora se había quitado la
chaqueta y tenía puesto solo el short del pijama y las impresionantes botas de
montar. Con claridad se podía apreciar que estaba gozando lascivamente del rito
ceremonial.

Terminó de sacarme lo que quedaba del camisón y quedé con los
senos descubiertos, a estas alturas, todo mi vestuario consistía en una pequeña
tanguita. De inmediato se puso a jugar con mis senos y pudo constatar que el
correctivo no me había resultado del todo escarmentador, cuando apretó mis
pezones los sintió duros y calientes. Una fuerte nalgada me hizo sacudir el
trasero.


Y ahora te calientas con tu hijito menor, ya tienes los
pezones duros, seguro que también quieres corromper al menorcito, puta mañosa.



Efectivamente el acto de contrición, cuyo supuesto fin
purificador consistía en expiar mis culpas, estaba resultando muy erógeno, no
solo para Nilo que ya es incapaz de ocultar su estado de erección, sino también
par mí, que sentía el rito como un salvoconducto para la perversión, es decir,
algo así como: "goce ahora y pague después" y sí el precio consiste en soportar
unos sobresaltos y los estimulantes golpecitos, terminaría convirtiéndome en
pecadora contumaz. La actitud dominante de Nilo y el furor genital que dejaba en
evidencia, me resultaba lascivo y contagioso, estaba asumiendo su rol a la
perfección y sin proponérmelo, mi patética complicidad resultaba más que
evidente.

Ya intuía como continuaría el rito, de solo pensar que el
siguiente paso consistiría en romperme la tanguita, me tenía escurriéndome de
entre las piernas y no encontraba forma de evitarlo. Sabía perfectamente lo que
proseguía después de constatar mi lubricidad vaginal al romperme la tanguita;
anticiparme a esa consecuencia es lo que me ponía tan sensitiva.


Y ahora te obligaré a exhibir tu pecaminosa genitalidad,
causante de tu morbosa conducta, muestra sinvergüenza el manadero que traes
escondido entre las piernas.
Viene el infalible palmetazo, mi gritito de
acompañamiento y el tirón que arranca de mi cuerpo la pequeña prenda, tal como
lo esperaba.

Hurga entre mis piernas y pone ante mis ojos la mano cargada
de lubricación vaginal, que rebosa por entre sus dedos y me dice: Mira perra
viciosa, como vas a negarlo ahora, sería ridículo que negaras tu intensión de
pervertir a tu menorcito.
Bajándose de un tirón la única prenda de género
que lo cubría, hace saltar hacia arriba su erección y me aplica rigor con mas
violencia; esta vez fueron como una docena de palmetazos en las nalgas, sobre la
carne desnuda y con cada golpe me hacía empinar el trasero y su miembro se
sacudía siguiendo la cadencia de cada aplicación.

Mi Nilo también dispone de un respetable miembro no obstante
su corta edad, parece que la programación genética ha jugado un buen papel. No
lo tiene del color de mi preferencia, pero sin ser prieto luce muy buenas
dimensiones; no tan cabezón como el de su hermano, pero con la forma prescrita
para la copulación anal, por que es de esos que dan placer, con la ventaja de no
producir dolor.

La farsa disciplinaria había logrado estimulantes efectos,
por lo que tengo a la vista, mi hijito está totalmente preparado para el asalto
y yo mucho mas dispuesta de lo que me hubiese podido imaginar, ahora solo espero
que dé inicio a la copulación. Pero esta vez creo que me equivoqué, parece que
tiene pensado prolongar un poco más mi placentero suplicio.


Anda ahora pídele a tu pequeño que él también te la meta,
anda, ahora debes corromperme a mi, yo soy el único que falta, tus instintos
perversos te brotan a borbotones y ahora tu mayor deseo es tener esta adentro.

Me dijo eso mientras me mostraba el miembro sacudiéndolo, luego vinieron los
varazos en el trasero y yo pidiéndole sin palabras que me de sexo, mis orificios
se deshacen en palpitaciones, exigiendo atención y yo llorando histéricamente,
no de dolor sino por la martirizante espera. Me convenzo que es un avezado,
colocado detrás de mi ha puesto la punta del miembro en la entrada de mi
rebosante vagina, resistiéndose a penetrar el orificio, la frota de ida y vuelta
presionando toda la longitud de la abertura, luego me pega una fuerte palmada en
las inflamadas nalgas y continúa:


Vamos, que esperas, pide que te lo meta, se que no soportarás
mucho tiempo sin pedírmelo, de todas maneras lo vas a hacer, así es que mejor
acorta tu tormento.
Así como estábamos, empiné un poco el trasero en un
intento por separar los labios vulvares, con la intención de que su órgano
genital resbale hacia adentro, favorecido por la abundancia de líquido
disponible; al no conseguirlo, le pedí: Papi ya, flaquito lindo, ahí nomás
empuja un poquito y métemelo.
Lejos de obedecer, para mi asombro respondió:


¡No! eso jamás, por ahí he sido parido, yo sería incapaz de
profanar mi prenatal aposento, allá mi hermano, si no tiene escrúpulos en
hacerlo, pero yo ¡no! y punto.
Sin embargo, aprovechando mi lubricidad, me
daba un suculento masaje anal con los dedos embebidos, preparándome ese orificio
para la penetración; mientras lo hacía, mi pequeña embocadura quería comerle los
dedos de impaciencia.

Semiacuclillado detrás mío, con sus intimidatorias espuelas
muy próximas a mi piel y el cuero de las botas en contacto con la parte externa
de mis muslos, colocó certeramente la punta y empujó, no pude aguantar a que
termine de penetrarme, en el tramite nomás, me vino el orgasmo que tenía latente
desde hacía un buen rato, la carencia de dolor y la sorprendente pericia
demostrada al hacerlo, precipitaron mi placer, ahora si me sentía una depravada
titulada, mi amancebamiento incestuoso con ambos hijos y de tan corta edad, no
admite atenuante alguno, yo soy la única responsable de la perversión y como tal
estoy dispuesta a asumir todas las consecuencias, tanto las punitivas como las
deliciosas.

Nilo sin intenciones de eyacular sigue dándome por el ano,
ahora estoy asumiendo una de las consecuencias deliciosas, ambos lo disfrutamos
en esta forma, más que con cualquier otra. Mientras me cabalga al trote
suavemente, me juega el clítoris con los dedos y por momentos me estruja los
pezones, ya tendré oportunidad para preguntarle como así sabe tanto. También me
desespera la caricia oral que tan hábilmente me hace en cuello y orejas, este
muchacho demuestra exceso de maña y pericia para la edad que tiene. Por momentos
me da fuertes palmadas en el nacimiento de las nalgas y me insulta para
estimularme el morbo, definitivamente es un copulador experimentado y nadie me
va a sacar eso de la cabeza. Cambia el ritmo e inicia el galope y me pide que
acabe con él, yo me esmero y también giro las caderas vigorosamente en torno al
erecto falo introducido, ahora ya no es galope, son violentos sacudones que
simulan aplausos de la carne, empiezan los fuertes estertores, me parece que mis
experimentados músculos anales en sus fuertes contracciones van a maltratar el
miembro de mi hijito, sin embargo él también lo pulsa provocándome placer, me
sigue el compás con los dedos en el clítoris y me saca un opulento orgasmo como
hace tiempo no tenía, con gritos, con llanto con estertores y él no ha
terminado, solo me lo ha hecho creer para sacarme ventaja y deleitarse
concientemente de mi estrepitoso regodeo. Definitivamente es un copulador
curtido, con especialización en traseros. Retira de mi orificio gran parte de su
instrumento sexual, dejando en el interior un poquito mas que la cabeza, menea
suavecito, me sopla la nuca y me da palmaditas en la espalda como dándome
aliento, me permite tiempo para reponerme y tomar un segundo aire, empiezo a
ponerme briosa nuevamente y él lo nota cuando le paro el culo, profundiza la
penetración y luego castiga con rudeza. Reinicia su motivador aliento con los
peores insultos: perra, depravada, viciosa, libertina y otras de mayor calibre,
todas llenas de pasión y afecto, por tanto muy estimulantes. Una vez repuesta,
exige con violencia mi respuesta, su rigor me enciende y me siento completamente
domada y perfectamente cabalgada, es una monta recia y exigente, él me impone la
cadencia que desea en el momento que lo considera conveniente, ahora me tiene de
yegua, pero estoy dispuesta a ser su perra si me lo pide tan apasionadamente,
como ahora. Que rico cabalga esta criatura, que bien juega con mis puntos
erógenos más sensibles y como me pudre el cerebro, magistral en todo su juego,
desde ahora lo elijo mi engreído, estoy dispuesta a darle todo lo que me pida.

Con su procedimiento me hizo terminar varias veces y por fin
después de haberme dejado mas que satisfecha, se animó a regarme por dentro con
un caudal interminable de semen tierno, gozó intensamente y después de liberarme
las amarras me pidió la exclusividad de mi orificio anal, me autorizó a hacer lo
que quisiera con el órgano genital, pero me aseguró que no estaba dispuesto a
compartir con nadie mi trasero. Estoy segura que mi Sebastián sabrá comprender
las exigencias de su hermano y mostrará disposición para un pacífico reparto,
después de todo se trata del cuerpo de su progenitora y no el de cualquier
extraña. También se tendrá que adaptar al exótico estilo de Nilo, para que
cuando tomen confianza, podamos copular en trío. Me encelo con tan solo pensar
en la doble penetración simultánea a la que seré sometida, seguramente en un
ceremonial intimidatorio y lascivo, en el que querrán demostrarme todo su
dominio y poderío y también me produce mucho morbo imaginar mi deleite al
ponerlo en blanco y negro, es decir cuando a solas reviva lo ocurrido para
plasmarlo en un relato. Ya encontraré la manera de armonizar las formas de
actuar, pero estoy segura que llegarán a complementarse a la perfección, para
hacer gozar a la mamita.

Se que ambos son muy tercos y que ninguno cederá, Sebastián
se siente dueño desde la vulva hasta la matriz y está decidido a defender su
dominio, Nilo no admite discusión, ha dispuesto mi trasero para él solo; estos
chicos no me dejan mas alternativa, ante la imposibilidad de hacerlos compartir,
tendré que limitarme a repartir, reservando para cada cual lo que pretende según
su especialidad. Trataré de honrar la custodia encomendada, lo simplifica la
pericia de cada cual, no tengo reparo en declarar mi intención de esmero, pero
eso si advierto desde ahora, que por lo apetente de mi estado, no me siento apta
para garantizarles exclusividad.

Por ahora ya logré convencer a Nilo que no es necesario
atarme durante nuestros ritos voluptuosos, le he demostrado que soy capaz de
someterme de buena gana al castigo y disfrutar de su rigor.

Por fin obtuve la verdadera razón por la que Nilo salió
prematuramente de la fiesta de quince años. El padre de la dueña del santo, a
pesar de estar separado de su esposa, fue quien lo echó de la fiesta al
enterarse que mi muchacho vivía encamado con su ex mujer. La quinceañera no
puede haber sido la delatora, al contrario ella se beneficia siendo encubridora,
por que al mantenerle el secreto a su madre, logra a cambio absoluta libertad
para hacer lo que le viene en gana. Esta revelación también me ayuda a
desentrañar de donde obtuvo mi flaquito la experiencia sexual demostrada, esa
buena señora debe ser una gran maestra en la cama y una didáctica analista
especializada ó a lo mejor, talvez, una "anal - lista" consumada.